Un grupo de investigadores británicos ha avanzado en la creación de un test rápido para la detección del Parkinson. Los resultados de los primeros ensayos han sido positivos y han sido publicados en forma de artículo en la revista Journal of the American Chemical Society.
El test no es invasivo, se basa en el análisis del sebo que emanamos por nuestra piel. El proceso requiere tomar una muestra de las secreciones de nuestra piel a través de un algodón. Esta muestra es analizada después a través de una espectrometría de masa. Desde que la muestra es tomada el proceso requiere tan solo tres minutos.
Pero sin duda la parte más singular de todo este camino ha sido la de llegar hasta él. La clave está en la hiperosmia hereditaria de Joy Milne, una mujer escocesa con un olfato especialmente desarrollado.
Milne descubrió que era capaz de identificar los matices en el olor que desprendían personas con la enfermedad de Parkinson después del diagnóstico de su marido. Milne había percibido en los años anteriores un cambio en el olor que desprendía su marido.
De la nariz al laboratorio. Gracias a esta extraña circunstancia, Milne y el resto del equipo encargado de desarrollar esta nueva técnica diagnóstica. Sin embargo transformar la habilidad de Milne en un test que pueda realizarse en un laboratorio requería trabajos adicionales.
Perdita Barran, otra de las investigadoras implicada en el trabajo explicaba entonces a la BBC cómo diseñaron experimentos para replicar con un espectrómetro lo que la nariz de Milne era capaz de hacer por sí misma al detectar los rastros olfativos de las personas que padecen la enfermedad.